
Debate sobre comunicación desde la perspectiva de género porque a día de hoy, sigue siendo un factor relevante a la hora de diseñar nuestras vidas profesionales
Debate sobre comunicación desde la perspectiva de género porque a día de hoy, sigue siendo un factor relevante a la hora de diseñar nuestras vidas profesionales
Como es norma desde hace ya ocho años, wellcomm vuelve a agitar el sector con un debate independiente, profesional y abierto, haciendo un análisis prospectivo sobre las tendencias que marcarán el sector de la comunicación en 2017, en un trabajo que se publica cada año con el nombre de Perspectivas wellcomm y que se ha consolidado como uno de los de los informes de tendencias en comunicación más leídos. El informe de este año, ‘El impacto de los datos en la era de la postverdad’, concluye la necesidad de hacer nuestros los datos para comunicar de forma honesta y transparente, pero eficaz.
Sobre el Big Data, los expertos que han participado en este estudio coinciden en la utilidad de las herramientas y su democratización. Pero también advierten que en sí misma esta tecnología ni lo es todo ni está exenta de riesgos, por lo que recomiendan que, antes de emprender cualquier nuevo proyecto de datos, se establezcan unos objetivos estratégicos. Además, el estudio demuestra la importancia de generar datos de calidad y contar con profesionales cualificados, curiosos, y en constante evolución.
“Los datos son útiles y una gran arma contra la mentira, la propaganda, la falacia y la postverdad, que existe gracias al creciente desinterés por la verdad”, indica Silvia Albert, Fundadora y directora de Silvia Albert in company y de wellcomm, “es ahí donde, por desgracia, es fácil encontrar un campo sembrado para la desinformación y para la propaganda entendida como lo más negativo, escribir para el mal, comunicar para el mal”. A su juicio, el ‘lado oscuro’ ya no es la comunicación corporativa de empresas o la comunicación institucional y política. El lado oscuro está en cada uno de nosotros y en nuestro desinterés.
Para Rosa Matías, directora de Proyectos, “es momento de que los profesionales de la comunicación empecemos a ser conscientes que todos los demás sectores productivos están viendo cómo hacer negocio con aquellos datos que generan y aquéllos a los que tienen acceso. Los datos no son nada ajeno al periodismo y a la comunicación: son consustanciales a esta actividad desde su mismo nacimiento. Por ello, no les podemos dar la espalda”. Ahora tanto medios como consultoras disponen de las herramientas necesarias para obtener conocimiento y ventaja de ellos, por lo que “si nos quedamos esperando nos pillará el toro, como pasó en su momento con la transición digital o las redes sociales”, añadió.
Con más de 5.000 descargas, el documento de 2016 contó con más de 200 visitas a la fanpage el día de su lanzamiento y más de 4,5 millones de impresiones en twitter, siendo trending topic #TT durante más de 2 horas.
wellcomm, como cada año, ha invitado a profesionales de distintos sectores a que aporten su visión sobre las tendencias que marcarán el futuro de la comunicación. Autores que han participado en Perspectivas wellcomm de la comunicación 2017:
A punto de terminar 2016 nos gustaría compartir algunas de las ideas o reflexiones que más nos han dado que pensar en este año. Para ello hemos elegido el post que mas visitas o comentarios ha recibido de cada mes. Ojalá que os guste nuestra selección.
Enero: Perspectivas wellcomm Si alguna vez nos cegó nuestro entusiasmo de nuevos conversos y nos desanimaron las reticencias que encontramos a la hora de aplicar todas las novedades que a nosotros nos parecían fascinantes, es ahora el momento de no rendirse: de insistir en la transparencia, en la consistencia de las organizaciones, en la honradez y en la profesionalidad, en la innovación. En otras palabras, en la comunicación. Porque el momento de hacerlo no sólo fue hace dos, tres, cuatro años. Es ahora. Sigue siendo ahora. Nunca es demasiado tarde para avanzar.
Febrero: Tendencias El scrollytelling permite que un profesional de la comunicación pueda crear una historia con la única ayuda de su tablet o incluso de su smartphone, solo a base de scroll y talento. De igual forma, los receptores de estas historias las tendrán a su alcance con el simple gesto de deslizar su dedo por la pantalla táctil de su dispositivo móvil.
Marzo: LinkedIn. Ser un usuario ejemplar de LinkedIn no supone ningún mérito modélico. Sin embargo, estar fuera de LinkedIn si es un flagrante demérito, al menos para un gran número de tipologías profesionales, entre las que se incluyen los periodistas, publicistas, diseñadores, comunicadores, marketeros y similares.
Abril: Periodistas vs Comunicadores Hace poco tiempo en una muy, muy lejana galaxia se han dado cita los representantes de las fuerzas oscuras y luminosas de la Comunicación. En ella, han librado una fértil batalla dialéctica miembros del Ejército Imperial Corporativo y tropas rebeldes de la República de la Información.
Así, en el planeta debate han aterrizado una pléyade de expertos -DIRCOM y Gabinetes de Prensa- seducidos por el lado oscuro del sector. También lo han hecho un nutrido grupo de insurgentes -periodistas- defensores de las esencias de su profesión.
Mayo: Coaching y mentoring Hay quienes se atreven a llamar ‘Mentor’ a ese ‘amigo de la familia’ que va a enchufarte para que te contraten en un poderoso grupo empresarial de comunicación, mientras otras personas cometen la osadía de llamar ‘Coach’ al monitor de fitness de ese gimnasio en el que la gente se matricula para asistir solo durante el mes de septiembre. No tenemos nada que reprocharles ni a unos ni a otros, pero no estaría de más que aprendiéramos a distinguir Coaching y Mentoring y a diferenciar cómo pueden ser útiles en el desarrollo de carrera profesional de los profesionales del marketing y del periodismo, en el más amplio sentido.
Junio: Liderazgo El Síndrome de Cronos engloba un conjunto de acciones que algunos líderes organizacionales priorizan con el objetivo de anular cualquier tipo de competencia que pueda proceder de las personas que integran sus equipos. Suele afirmarse que más de la mitad de las organizaciones padecen esta plaga, independientemente de su naturaleza, actividad y tamaño.
Julio: Gurús mediáticos. No podemos negar que la complejidad artificiosa e inútil ha sido un hábito muy extendido, hasta el extremo de crear un verdadero ‘mercado paralelo’ de divulgadores, comunicadores y chamanes del conocimiento. En efecto, si escribes o dices algo muy complejo o difícil de entender, tu cotización profesional aumentará dentro de los círculos más selectos de las diferentes comunidades académicas o científicas. Como contrapartida, todo ello crea la necesidad de que existan predicadores y comunicadores carismáticos, encargados de transmitir todos estos privilegiados saberes a la chusma ignorante, de la que formamos parte el resto de los mortales.
Septiembre: Facebook. Tú mismo debes elegir si para ti Facebook es una red solo de ocio, diversión, vacaciones, amistad más o menos informal, juergas de finde, hedonismo y disfrute vital o, por el contrario, un aliado en la defensa de tus aspiraciones profesionales a medio y largo plazo. Al fin y al cabo, solo se trata de utilizar esta red para un fin u otro: bien como herramienta de comunicación profesional o bien como ‘altavoz para el compadreo’. Tú decides…
Octubre: Innovación disruptiva. Según Clayton Christensen, innovación disruptiva no consiste en innovar a la usanza tradicional, sino que se trata de modificar modelos de negocio, procedimientos, productos y servicios haciéndolos más simples y baratos a través de tecnologías sofisticadas.
Noviembre: Tránsito laboral. Tras más de un lustro de ERE´s, despidos y cierre de medios de comunicación, cientos de profesionales han tenido que reinventarse, actualizarse o emprender en otros campos ajenos al mundo de la comunicación. Para ellos, el tránsito está resultando especialmente difícil en un contexto de agotamiento del modelo de negocio y de falta de alternativas razonables.
Es tiempo de balance y de nuevos propósitos. Desde wellcomm esperamos poder seguir encontrándonos por aquí, en la conversación en redes, o en la vida real. Os deseamos los mejor para el nuevo año que comienza.
Parece que hoy nadie lo duda: la diferenciación es una de las claves para crecer y triunfar en un mercado cambiante, exigente y fuertemente competitivo. Todos damos por bueno este punto de partida y entendemos que solo los profesionales, productos y servicios que aporten diferencias innovadoras podrán salir adelante y anticiparse la competencia.
En sentido estricto, la mencionada máxima es válida para todos, ya se trate de compañías transnacionales, agencias de comunicación, comunicadores, periodistas, becarios, publicistas, políticos, sindicalistas, creativos, empresas locales, microempresas, profesionales freelance, trolls de la red, tuiteros honoríficos o francotiradores youtubers.
Está claro, tienes que intentar hacer cosas diferentes de las que hacen tus colegas si deseas alcanzar algunos de tus objetivos laborales. En consecuencia, la primera actitud a seguir es la de contradecir a nuestros jefes, compañeros, clientes, etc., cuando la situación así lo requiera ¿De verdad que esto es siempre así? ¿No hay excepciones?
Mucho nos tememos que en más de una ocasión tendremos que adoptar la actitud contraria, por el bien de nuestras expectativas de supervivencia y desarrollo profesional. Oponernos a nuestro entorno, defender ideas valientes o exhibir posturas innovadoras, a menudo conlleva riesgos difíciles de asumir, especialmente si aún no has logrado labrarte una sólida posición profesional.
La sabiduría popular está llena de serenas llamadas a seguir las convenciones y mantener una actitud conformista. Ya sabes, ‘allá donde fueres, haz lo que vieres’; ‘el que se mueve no sale en la foto’; ‘procura nadar siempre a favor de corriente’ o intenta no destacar demasiado y mimetizarte con el paisaje que tengas a tu alrededor.
Como nos decía el bueno de Noam Chomsky ‘el conformismo es el camino fácil y la vía al privilegio y el prestigio; la disidencia trae costes personales’.
Seguro que en tu infancia leíste o alguien te narró aquel entrañable cuento de Hans Christian Andersen, ‘El traje nuevo del emperador’, una pícara invitación a la disidencia. En la fábula, todos alababan las excelencias de las inexistentes nuevas vestimentas del emperador, por miedo a parecer necios ante la multitud. En realidad, el monarca desfilaba totalmente desnudo, pero nadie se atrevía a negar una mentira que todo su pueblo defendía, a sabiendas de su falsedad. Ni el mismísimo emperador se atrevió a reconocer que iba desnudo, ni a contradecir a sus súbditos. La moraleja viene a decirnos que las afirmaciones enunciadas por la mayoría no siempre son certeras y a menudo llevan una buena carga de hipocresía o miedo.
Decimos lo contrario de lo que pensamos por temor al rechazo social y evitamos los amenazantes riesgos que conlleva el hecho de ser diferente o pensar diferente. La sinceridad, la coherencia, la credibilidad, la innovación y la diferenciación son, con frecuencia, deportes de riesgo, muy especialmente en el contexto de algunas empresas y organizaciones. Sobre todo si eres un profesional júnior o semi-senior.
Algo parecido vino a confirmarnos el prestigioso psicólogo Solomon Asch a mediados del siglo pasado, cuando enunció el popular ‘Síndrome de Solomon’. Tras una larga serie de experimentos, Asch concluyó que ‘La conformidad es el proceso por medio del cual los miembros de un grupo social cambian sus pensamientos, decisiones y comportamientos para encajar con la opinión de la mayoría’. En otras palabras, cuando acudas a una entrevista de trabajo o incluso cuando comiences en un nuevo empleo, no será nada raro que intentes cambiar mucho de ti para conquistar un lugar en el ecosistema profesional. En términos políticamente correctos, diríamos que se trata de alinearte con los objetivos de tu compañía, de compartir la visión, la misión y los valores de tu empresa, aunque ellos mismos sean los primeros en no sentirlos como propios.
Como decía Oscar Wilde ‘Un poco de sinceridad es algo peligroso; demasiada sinceridad, es absolutamente fatal’. Por ello, no queremos demonizar en lo más mínimo a quienes padecen el llamado ‘Síndrome de Solomon’, que más que una enfermedad es un recurso que utilizamos los profesionales y las empresas para combatir los efectos perniciosos de enfrentarnos con la resistencia al cambio de unos y otros.
En definitiva, no te olvides para nada de tu creatividad y de tu potencial para ser diferente, pero gestiónalo con prudencia en tu carrera profesional. Al menos mientras estés en el papel de ‘David’. Cuando llegues al estatus de ‘Goliat’ podrás tomarte otras licencias, algo más temerarias, novedosas y provocativas. Pero que el éxito no te embriague, tampoco te emociones en exceso…
En los últimos años, los medios de comunicación han contribuido a popularizar el coaching y a los coaches, aunque a costa de transmitir una imagen frívola y desvirtuada de sus funciones y de la aportación positiva que pueden generar sobre personas y organizaciones.
Un coach no es ni un gurú, ni un predicador, ni un imán, ni una persona a la que podamos atribuir poderes excepcionales. En efecto, un coach es un profesional formado y entrenado para ayudar a otras personas, a los profesionales y a las empresas a identificar y alcanzar sus propios objetivos, con base en conocimientos, metodologías y técnicas específicas.
En síntesis, un coach puede servirnos para identificar nuestras metas, acotarlas, definirlas, a la vez que nos ayuda a desplegar nuestros propios recursos y potencialidades. El objetivo final será llegar al punto de destino deseado, tomando como base las decisiones del cliente o destinatario de los servicios de coaching.
Para no generar confusiones, insistiremos de nuevo: un coach no es un ‘conseguidor’, no es alguien que viene a ‘hacer nuestro trabajo’, a ocupar nuestro lugar ni a ahorrarnos esfuerzos.
Un profesional del coaching nos acompañará y creará un espacio de comunicación y colaboración que puede ser de extrema utilidad para maximizar nuestro talento, impulsar el potencial personal y profesional, y llegar con mayor facilidad a nuestros objetivos. Eso si, la toma de decisiones, el esfuerzo y la superación tendrá que aportarla el cliente, aunque sustentado en una valiosa ayuda profesional que le permitirá hacer crecer su rendimiento y explorar nuevos territorios y talentos aún por descubrir.
¿En qué situaciones nos puede resultar útil la ayuda profesional de un coach? Sin duda, son muchos los supuestos en los que el trabajo técnico y el compromiso personal y profesional de un coach pueden ser de impagable valor. Citaremos los casos más característicos:
Desde este blog nunca hemos tenido ni la vocación de los gurús, ni la soberbia de los predicadores tecnológicos. Como ya has venido comprobando con el tiempo, nos limitamos a contarte que es lo que está pasando ahí fuera en términos de novedades, tendencias y pautas dentro del mercado de trabajo y de los emprendedores, con referencia en los sectores del marketing, del periodismo, de la publicidad y de la comunicación. A lo más, te transmitimos algunos sencillos y flexibles consejos, fruto de nuestra experiencia colectiva y nuestra particular perspectiva del sector. Esa es la mayor osadía a la que nos atrevemos desde esta publicación.
En la mencionada línea, hoy nos gustaría compartir contigo un supuesto concepto emergente en el mundo de la empresa, aunque a nosotros se nos antoja algo usual, vintage, ancestral y casi rancio. De esas cosas que han existido toda la vida y tú lo sabes. La novedad es que ahora le asignamos un nombre decoroso y lo revestimos de un matiz técnico y supuestamente innovador.
¿Sabes lo que es el managing upwards? No nos andaremos con rodeos, el managing upwards es la extendida práctica profesional de darle coba a tu jefe —o a tu jefa, o a tu cliente, o a cualquier persona con poder e influencias—. En el argot tradicional, managing upwards es ‘pasarle la mano por el lomo’ a tus superiores jerárquicos en la empresa; ‘hacerles la pelota’; adularlos; alabarlos sin motivo aparente; ‘hacerles la rosca’ o lanzarles loas y elogios en cantidades ingentes.
No obstante, el managing upwards trata de añadir algo de ética y de buenas prácticas organizacionales a la vieja y tradicional costumbre del peloteo al jefe. Ese es el principal matiz diferenciador, aunque no estamos del todo seguros de saber diferenciarlo en la realidad cotidiana interna de las compañías de comunicación o de otros sectores. En este sentido, el managing upwards parte de las formulaciones de la inteligencia emocional y del liderazgo transformacional, con el objetivo de construir un clima colectivo de empatía y un rapport beneficioso entre los jefes y los integrantes de su equipo.
En definitiva, el managing upwards también recibe la denominación de ‘peloteo inteligente’, ya que supuestamente persigue el crecimiento profesional y organizacional de los equipos de trabajo. Todo ello a partir del feedback positivo; de la construcción de un clima de confianza y credibilidad recíproco entre líder y colaboradores a través de la comunicación y de incentivar las emociones e interacciones positivas en sentido vertical y horizontal.
Tal vez podamos mirar con otros ojos el concepto de managing upwards si pensamos en prácticas antagónicas. Por ejemplo, si en lugar de hablar bien de nuestros jefes y colaboradores, nos dedicamos a intrigar, a lanzar rumores negativos o a criticarlos a sus espaldas, seguro que nada bueno podremos esperar en nuestros equipos de trabajo.
Tratando de mantener una mínima coherencia con los modelos más actuales de Management, si filtramos las prácticas tradicionales de adulación al superior por el tamiz de la inteligencia colectiva y de los modelos de Liderazgo 3.0, a buen seguro que deduciremos actitudes y comportamientos beneficiosos para el bienestar de los profesionales y para la construcción de un clima laboral gratificante, a la vez que productivo.
En última instancia, la decisión es tuya: ¿Qué prefieres? Hablar mal de todos y quejarte por sistema o tratar de ver el lado bueno de las cosas y alentar las actitudes positivas de tus jefes y compañeros.
Foto: Forbes
Hace unos cuantos años aún creía que sabía algo sobre Internet y el universo digital. ¡Ilusa, infeliz e imprudente de mí! El tiempo ha llegado para demostrarme que todo esto avanza con endiablada rapidez hasta lograr que los conceptos y las habilidades se queden obsoletos, casi al mismo tiempo en el que ven la luz.
Sin ir más lejos, en los últimos meses ando tratando de digerir la idea de innovación disruptiva, una expresión que suena fantásticamente cool y que me encanta introducir en casi todos mis posts y en gran parte de las conversaciones que mantengo con mis sobreactuados colegas millennials. La verdad, no sé muy bien qué es innovación disruptiva, pero me fascina repetir este mantra, en la secreta intuición que será capaz de abrirme muchas puertas.
Pues bien, a poco que indago en la red, descubro que la innovación disruptiva es algo que tiene que ver con la transformación digital de las empresas, la industria 4.0, la innovación abierta, el liderazgo digital o los entornos colaborativos. Me temo que ahora sigo igual que estaba, aunque he podido sumar a mi bagaje nuevas expresiones que casi me permitirían encaramarme a cualquier mesa redonda de esas que organizan en los grandes eventos de startups 2.0, 3.0 ó 7.0 —pido disculpas, pues ya he perdido la cuenta— con participación de gafapastas, evangelistas internáuticos anónimos, gurús de salón y políticos emergentes.
Sigo investigando y entro en contacto con la obra de Clayton Christensen, un reconocido profesor de Harvard Business School que acuñó el término innovación disruptiva en su libro ‘The Innovators Dilemma’, allá por el año 1997. El profe Christensen venía a contarnos que esta sonora expresión hacía referencia al ‘proceso a través del cual un producto o servicio simple entra en el extremo inferior del mercado y luego escala gradual y constantemente, llegando a ocupar posiciones de privilegio y desplazando a los competidores establecidos’. Al parecer, según Clayton Christensen, innovación disruptiva no consiste en innovar a la usanza tradicional, sino que se trata de modificar modelos de negocio, procedimientos, productos y servicios haciéndolos más simples y baratos a través de tecnologías sofisticadas.
No tengo más remedio que confesarlo, comienzo a entenderlo y la idea suena muy llena de sensatez y de sentido común. Nada mejor que desarrollar conocimientos y tecnologías de vanguardia para lograr que la vida de las empresas y de las personas sea más viable, grata, fácil y barata. Además, también logro informarme que esta innovación disruptiva tiene su caldo de cultivo más propicio en el trabajo colaborativo puesto en práctica por algunas empresas —no voy a decir que sean muchas, no te creas— que se empeñan en abrir cauces para desarrollar y aprovechar todo el talento y las aportaciones de sus profesionales, colaboradores, partners, proveedores, clientes, etc.
Por ejemplo, la aparición de la fotografía digital fue una innovación disruptiva que logró casi desterrar por completo a la fotografía tradicional. Otro ejemplo: cuando llegaron los smartphones, los móviles tradicionales se retiraron paulatinamente a los cajones y a los trasteros, salvo en los casos de algunos abuelitos descarriados o unos pocos labriegos rurales irredentos.
Por si todo esto fuera poco, también alguien me comenta que los avances de innovación disruptiva que logran abrirse paso lo hacen siguiendo las leyes del mercado, es decir, mostrando claramente sus ventajas competitivas frente a productos o servicios que antes ya estaban presentes. En otras palabras, los desplazan porque son mejores y más satisfactorios para empresas, profesionales y clientes, sin trampa, ni cartón, ni subvenciones, ni intervencionismos, ni prebendas, ni enchufes, ni clientelismos.
No puedo negarlo, esta idea me complace y no estaría nada mal que alguien nos enseñara a comportarnos como innovadores disruptivos y también que las empresas acogieran a profesionales capaces de dinamizar el talento de las organizaciones para hacer brotar la innovación disruptiva más fructífera.
A buen seguro que ya estás un poco cansado de escuchar y leer, a todas horas, que la presencia proactiva en Facebook, Twitter y demás redes sociales es un requisito casi imprescindible para crecer profesionalmente y abrir la puerta a nuevas oportunidades de negocio. Tal vez sería necesario subrayar que cuidar adecuadamente tu ‘marca profesional’ en los ‘social media’ no es hoy un mérito extraordinario, aunque descuidar tu actividad en redes sociales si puede representar un demérito peligroso y comprometedor.
Parece obvio que redes sociales profesionales como LinkedIn, Xing o Viadeo representan entornos virtuales propicios para apoyar tu carrera profesional, pero en muchos casos aún no acabamos de ver claro para qué puede servirte un perfil en otros sites. Tal vez el caso de Facebook es el que pueda presentarte mayores dudas, al tratarse de una red generalista en la que tus mensajes ‘serios’ parecen extraviarse en un agitado océano de ruido y frivolidad.
¿Cómo debemos afrontar nuestra acción en Facebook con un mínimo de dignidad y pragmatismo?No es un reto especialmente dificultoso, aunque si requiere tiempo, atención y destrezas específicas de comunicación. ¡Ah! Y por supuesto, tener claros cuáles son nuestros objetivos y el público al que nos dirigimos.
Efectivamente, convertir nuestro perfil o nuestra página profesional de Facebook no tiene que ser un desafío inasumible, pero si es necesario que seas un poco minucioso y te lo tomes en serio. Tú mismo debes elegir si para ti Facebook es una red solo de ocio, diversión, vacaciones, amistad más o menos informal, juergas de finde, hedonismo y disfrute vital o, por el contrario, un aliado en la defensa de tus aspiraciones profesionales a medio y largo plazo. Al fin y al cabo, solo se trata de utilizar esta red para un fin u otro: bien como herramienta de comunicación profesional o bien como ‘altavoz para el compadreo’. Tú decides…
Si te inclinas por conferir a Facebook un uso profesional, vamos a facilitarte una serie de sencillas pautas de actuación que te servirán para construir mensajes profesionales más ajustados a tus propósitos:
Por desgracia, es frecuente que recordemos buena parte de nuestras reuniones de trabajo como una miserable y lastimosa pérdida de tiempo y de energía. Aunque nos provoque inquietud reconocerlo, no abundan los profesionales capaces de planificar y liderar eficazmente reuniones con un mínimo de rigor y de sentido común.
La verdad, no hace falta ser Peter Drucker ni Stephen Covey para organizar una pequeña reunión de trabajo, pero a menudo dejamos nuestra inteligencia en el guardarropa y nos entregamos a una vorágine de despropósitos y desatinos cuando se trata de trabajar un rato en grupo, dialogando alrededor de una mesa.
El primer punto crucial a considerar es para qué sirve una reunión, cuál es el objetivo que nos ha llevado a convocarla y a ‘secuestrar’ el tiempo y el ánimo de varios de nuestros compañeros/as por espacio de una, dos, tres o ¡más horas…!
Una reunión puede convocarse para:
En consecuencia, si estás pensando convocar una reunión profesional que no responde a alguno de los mencionados objetivos u otro similar, te sugerimos que lo valores durante unos minutos y consideres la posibilidad de inhibirte y dejar en paz de tus colegas, jefes y/o colaboradores. Olvida la reunión, ya tendrás ocasión de convocarla cuando sea realmente necesaria.
Pero, ¿por qué nos somos proclives a organizar reuniones inútiles que socavan la productividad y el clima de trabajo de una empresa? En efecto, con frecuencia, se programan reuniones que carecen de un objetivo operativo concreto y fundamentan su realización solo en razones psicológicas, sociales, caprichosas o meramente egocéntricas. Por ejemplo, es habitual que recuerdes haber tomado parte en reuniones totalmente superfluas en las que el único objetico reconocible era:
Lamentablemente, una estimable proporción de mandos intermedios, líderes organizacionales, jefes, barandas, prebostes, gurús y jerifaltes utilizan las reuniones para encubrir o soslayar algunas carencias en sus competencias profesionales más elementales e incurren en:
En definitiva, cabe afirmar que las reuniones han de ser un instrumento útil para facilitar el trabajo colaborativo y nunca una argucia para ocultar carencias profesionales individuales o hacer valer posiciones de liderazgo autoritario. Una reunión a destiempo o inadecuadamente liderada supone una notable merma en la productividad individual de quienes la comparten, al tiempo que contamina e intoxica el clima laboral.
Casi todos identificamos a la ‘inteligencia artificial’ como un concepto fuertemente innovador y ligado a las tecnologías más recientes y llamativas dentro del universo digital. Algo hay de cierto en ello, aunque nos vemos obligados a matizar que la idea de ‘inteligencia artificial’ cuenta con un recorrido histórico bastante más extenso y un alcance aún difícil de aventurar.
Aunque te parezca que es una expresión muy cool, los orígenes de la inteligencia artificial se remontan a comienzos del siglo XIV, en los tiempos en los que el reconocido filósofo Ramón Llull comenzó a formular la posibilidad de que el razonamiento humano pudiera ser desarrollado por procedimientos artificiales. Sin duda, este legendario religioso mallorquín hizo gala de notable valentía y gran carácter visionario, pues desde entonces la idea de la inteligencia artificial ha servido de soporte, inspiración e impulso a numerosas iniciativas multidisciplinares, hasta llegar a los siglos XX y XXI con la irrupción y consolidación de la sociedad del conocimiento y de la información.
No obstante, todavía nos queda mucho camino por recorrer y el gran cambio que la inteligencia artificial podría introducir en nuestras formas de vivir y trabajar parece que no es inminente. No queda otra alternativa que esperar y seguir trabajando.
Ya nos lo dijo Alan Turing, uno de los padres de la informática, hace varias décadas. Según Turing, podremos decir que existirá la inteligencia artificial cuando no seamos capaces de diferenciar entre un ser humano y un programa informático en una conversación. Es innegable que se han registrado multitud de avances parciales acumulativos que nos permiten hablar de la aplicación de inteligencia artificial en algunos procesos, aunque en ningún caso pueda suplir al cien por cien las funciones y competencias de la inteligencia humana, tal vez porque esta última no es suficientemente conocida desde una óptica estrictamente científica. Según Jaron Lanier, el prestigioso gurú de la realidad virtual, todavía no llegamos a comprender cómo funcionan los cerebros, así que difícilmente podremos construir uno que sea capaz de tomar decisiones y resolver problemas reproduciendo el modelo de la inteligencia humana.
Los avances prácticos reales, aunque parciales, dentro de la inteligencia artificial son numerosos y algunos de ellos ya forman parte de nuestra realidad cotidiana. Buena parte de las aportaciones que vienen de las tecnologías Big Data y de Internet de las Cosas (IoT) entran de lleno en este ámbito y están facilitando saltos cualitativos relevantes dentro de las tecnologías de la información.
Por su parte, las compañías más emblemáticas que lideran la transformación digital nos están enseñando a convivir y aprovechar un buen número de pequeños —y no tan pequeños— progresos emparentados con la inteligencia artificial. Seguro que ya has usado alguna vez ‘Siri’, el asistente personal virtual para iPhone y iPad; los filtros de spam de Gmail; las recomendaciones de vídeos de Youtube; las búsquedas por voz ‘Cloud Speech’ de Google; la tecnología Learning Machine aplicada también por Google; la Amazon Machine Learning o el asistente personal en el que ahora trabajan los desarrolladores de Facebook, solo por citar algunos ejemplos relativamente conocidos por la mayoría de los usuarios de a pie.
Es cierto, se trata de diferentes pasos y avances que no siempre toman la misma dirección, pero cada vez estamos más cerca del gran salto de calidad que permitirá a la inteligencia artificial irrumpir de lleno en todos los órdenes de nuestra realidad.
Hoy nos resulta muy difícil comprender cómo tiempo atrás pudimos vivir sin Internet, Google o los smartphones. Dentro de pocos años nuestro mundo no podrá entenderse sin la inteligencia artificial. En cualquier caso, no intentaremos vaticinar cómo será esa realidad futura, porque seguro que erraremos ¡…y mucho!
La inteligencia artificial está ‘aprendiendo’, está ‘madurando’… y es obvio que este proceso global ha de cubrir una secuencia de etapas que, con toda probabilidad, nos conducirá a innovaciones alentadoras. En algún modo podemos afirmar que la inteligencia artificial está estudiando ‘la ESO’ o tal vez ‘preparando la selectividad’.
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